sábado, 15 de abril de 2017

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La Costra en la Asadera

Una Noche me encontraba en mi cocina, y vi una asadera que estaba con una costra de comida, para ser más específico, de miel con claras… la fui usando sucesivas veces… y nunca la sacaba, con la excusa de que era mejor para el sabor de las futuras tortillas… y con el tiempo empecé a notar que las claras que ponía arriba de la asadera, más del 30 por ciento de lo que ponía quedaba perdido, porque se terminaba pegando a la costra que yo no quería sacar, por vagancia o escusas. Buscando un justificativo, pensando que era mejor, cuando estaba derrochando el rendimiento de las preparaciones…

Un día, vino mi madre, y agarro la asadera, y la dejo sobre la bacha, cargada de agua, para mi sorpresa, ya no podía usarla, pues parte de la costra, estaba levantándose, englobada por el agua que había entrado en su interior…

Y ahí, la voz de Dios me dijo…

"Límpiala, y veras lo que hay abajo, saca hasta lo mas que puedas, y veras"

Empecé, con un cuchillo a levantar las partes más duras… parecía una ARMADURA de oxido en costra, y al levantarla, empezó a aparecer algo brillante… a mi sorpresa, era la asadera, que brillaba… al ver ese brillo seguí con el cuchillo, mientras Dios me decía….

"No pares, porque esto es una enseñanza"…

Seguí levantando todo, y una vez que levante todo me encontré con lo quemado, que si bien la asadera brillaba y no lo podía creer, aún en su interior había quemado pegado… y me dijo Dios…

"Está bien, podes dejarla así, no sigas, ya sacaste casi todo"

Y…seguí sacando, porque debo reconocer de que soy medio obse... pues me di cuenta de que la asadera esa representaba mi alma… me esforcé, y saque lo máximo que pude, y entendí que lo poco que quedaba de ambos lados, era mi muerte, lo que aún no he podido sacar. Avecés no nos damos cuenta de cuanta oscuridad se nos va encimando en nuestra alma, y NO recordamos la fuente de lo que somos en nuestro interior, esa luz que al igual que en el metal brillaba por debajo de esa armadura de masa añeja y reseca… esperaba ser descubierta nuevamente. Y no solo eso, sino que además… no nos damos cuenta de todo lo que perdemos por seguir acumulando armaduras. Dios nos enseña estas cosas en el cotidiano, en el silencio del alma, nos da enseñanzas que muchas veces transcienden al escrito para ser compartidas.

Amén.

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